La guerra sanitaria no tiene armisticios ni treguas. Las enfermedades infectocontagiosas son un grave problema social de nuestra hora, y su solución es de índole especialmente higiénica y médica.
El planteo revolucionario estriba precisamente en organizar una campaña de profilaxis de estas tremendas causas de invalidez y muerte.
Subsidiar no es una solución biológica, ni social. El subsidio brinda un pedazo de pan, pero no la salud para ganarlo con el propio esfuerzo.
La salud no es un valor negativo que se defina por la mera ausencia de enfermedad. La salud, en sentido positivo, importa nada menos que la vida plena, abierta a todas las posibilidades del trabajo y bienestar físico, espiritual y social. La salud es más respetable, entre los derechos del hombre, y el más olvidado por los hombres. Hace, como ningún otro, a la dignidad del ser humano y por eso mismo excede fronteras, religiones, razas, ideologías políticas y estratos económicos.
La medicina preventiva tiene por objeto descubrir en la población, aparentemente sana, todos aquellos individuos potencialmente enfermos o en situaciones que los aproximan a contraer distintas enfermedades infectocontagiosas.
La medicina preventiva tiene méritos de luchadora. Busca resguardar de enfermedad a la población. El parapeto es la medicina preventiva, y el precipicio, la enfermedad.
Sigue siendo un problema el agua potable, el urbanismo, los alimentos, la falta de educación y mil otras cuestiones de higiene pública, que tanto preocupan. Lo cierto es que debemos emprender una cruzada contra los flagelos de la salud. Tenemos que alcanzar el mal en su origen, ir a sus oscuras causas y extirparlo de raíz, y para siempre.
Debemos unirnos, perfeccionarnos y luchar para concienciar a la población de los riegos que implican las enfermedades. Educar y trasmitir el saber a los demás.
Un famoso biólogo inglés (Huxley) señaló: “Desdichados aquellos que aceptan las cosas pasivamente y que se imaginan que las fuerzas ciegas harán todo el trabajo”.
1 Fragmento de la exposición hecha por el Dr. Ramón Carrillo el 3 de agosto de 1946, al constituir la Comisión Mixta encargada de organizar la aplicación de los decretos-leyes sobre medicina preventiva.
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